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Thursday 16 de March de 2006, 19:55:33
NIEVES EN EL TORRES
Tipo de Entrada: ARTICULO | 2 Comentarios | 2032 visitas


Nieves es una nenita encantadora de cuatro meses. Sus papás la han enfundado en un mono rosa acolchado que la hace parecer una muñeca pepona y la han puesto unas gafitas de sol de juguete que le vienen inevitablemente grandes.
Hoy es un día espléndido de invierno y el aparcamiento del puerto de San Isidro está atestado de coches de esquiadores, turistas y... alpinistas. Ya es tarde para ir a hacer una excursión a las montañas circundantes, todas atiborradas de nieve, brillantes y con esa apariencia de cercanía que dan los cielos limpios. Es cerca de mediodía, pero el papá de Nieves la coloca en una de esas mochilas para niños y se la echa al pecho, mientras su mamá y sus abuelas preparan las mochilas para un bonito día de excursión. Una pequeña pero vivaracha perra les acompaña. Quizá ese día es la primera salida de la nena al lugar de pasión de sus papás y de sus abuelas.... o quizá tampoco.
Desde el aparcamiento del puerto a la base de la esbelta pirámide del pico Torres hay un paseo ondulado, no muy duro pero en continuo ascenso. En verano no es más que un praderío donde pasta el ganado, pero en el mes de febrero y después de una semana de nevadas, es una superficie blanca inmaculada, tan sólo rota por una huella ancha y pastosa construida por las decenas de montañeros que han acudido al lugar.
Después de una hora de ascensión se llega a la base del pico. Allí, de forma gradual, la pendiente se incrementa considerablemente. Muchos excursionistas deciden dar por acabada la excursión en ese punto, pues los menos de 300 metros de desnivel que restan hasta la cima del pico, son de una pendiente media superior a los 35º. Todas las vías de ascenso por su cara oriental, incluso la considerada como normal,  constituyen una colección de corredores paralelos, por entonces azotados por varias horas de sol.
Hasta la base del pico llega Nieves en una plácida siesta, encaramada en la mochila, adormecida por el calor del mediodía y el hipnótico bamboleo del andar de su papá. Allí se detiene su familia, aparentemente dando por finalizado el paseo. Se miran entre ellos y con tranquilidad, empiezan a colocarse los crampones y sacan los piolets, primero los papás y después también las abuelas, todos salvo la perrilla claro está. Sorprendentemente, en pocos minutos están de nuevo en marcha afrontando, en diagonal y por buena huella, las primeras pendientes fuertes del pico. Un poco más adelante, un leve giro a la derecha les conduce a la ancha pala de nieve de la vía normal, un corredor en sí mismo, con un buen tramo de 40º y quizá algún punto de 45º en su parte más estrecha, de no más de 10 metros de anchura, rodeados de los imponentes farallones esquistosos de la montaña. La familia acomete la parte más pendiente con esa seguridad en el cramponeo que da las muchas montañas ascendidas, mientras la perrilla, en un sube y baja continuo, afronta a saltos los escalones de la huella.
Es entonces, cuando se entra en lo más imponente, cuando una vocecita clama por primera vez. El pequeño quejido retumba en los paredones del corredor y aquí mismo el papá, que sube en cabeza, se para y mira a la mamá: 
-Ah, ah, creo que le ha llegado la hora.....
-Ja, ja, ja, parece que pide la merienda.... - ríen cómplices las abuelas.
La mamá, un par de metros por detrás se para, clava un momento el piolet y mira su reloj: 
-Pues sí, es que ya la toca....
Efectivamente, en lo más pino, la nenita necesita su ración. Pero como no queda mucho para las repisas superiores, deciden continuar unos minutos. Poco más arriba, el corredor vira levemente para exponerse al norte, en zona de sombra, por lo que, en pocos metros, la nieve pasa de tener una espléndida huella escalonada a convertirse en un hielo suficientemente duro para difuminar cualquier pisada. Para entonces, Nieves se pone a llorar con más fuerza, como si intuyera la dificultad, aunque realmente lo que apremia es el hambre. El llanto de bebé se vuelve sonoro en la zona más helada, como una voz irreal, sorprendente e inesperada en ese lugar.
El papá, con la nenita en su pecho, da seguros pasos en diagonal allí donde se unen los tres corredores de la cara este y luego, se encara decididamente hacia arriba; desde allí avisa a sus familiares del hielo inminente. Una mirada hacia abajo deja atisbar lo vertiginosa que será la bajada por allí. Sin embargo, uno pocos pasos más y el papá, cargado con el bebé en pleno berrinche, alcanza una leve cornisa, atravesándola hasta alcanzar la repisa cimera del pico. Es una pequeña plataforma triangular de no más de 15 metros cuadrados, cortada a tres lados vertiginosos, con ?patio? por tres lados, al decir del argot de guía viejo. Unos pocos metros más arriba, el vértice geodésico se asoma al vacío increíble de la cara sur del pico. En instantes, hasta allí llega el resto de la comitiva, las abuelas, la mamá, y en un nervioso trasiego, la simpática perrilla, que ha subido los últimos metros clavando las uñas.
Hace un día espléndido, caluroso, no sopla ni gota de aire y las vistas desde la atalaya en que se encuentran son enormes: de un lado se atisba la lejana peña Ubiña, del otro los imponentes Picos de Europa con la Peña Santa en primer lugar y en un término medio, al sureste, los Mampodres. Entre medias una panoplia de montañas cubiertas de nieve, aunque Nieves no las apreciará, pues su única preocupación es obtener su alimento. Allí mismo, en la repisa, se acabarán sus llantos, pues la mamá, saca de su mochila el biberón y también unos pañales para hacer el inevitable ?cambio?. Ajena al lugar, pasará los próximos minutos chupando ansiosa de la tetilla en compañía de su mamá y la perrilla, mientras su papá y sus abuelas se alcanzan hasta la cumbre, unos metros más allá, no sin atravesar antes una aérea cresta helada y rocosa a un tiempo. En pocos minutos da buena cuenta de su merienda, y antes de que papá baje del vértice, se amodorra, ya limpita y satisfecha, para continuar con su siesta.
Nieves aún no lo sabe, y además, mucho de ese precioso día lo ha pasado durmiendo.... pero como diría cualquier entendido montañero en su jerga, acaba de ascender a su primer dos mil en invernal y a través de un bonito corredor PD de 40º.

?Como en las películas, esta nota está basada en hechos reales?.


2 Comentarios
Enviado por Rodri el Friday 17 de March de 2006

“Me recuerda a algo que vi hace tres veranos. Bajábamos de la Pica de Estats, con bastante prisa, amenazaba tormenta. Pasado el collado que hay entre el Sotllo y Verdaguer nos cruzamos con una pareja, el mozo portaba una mochila con una criatura a su espalda.
Nos preguntó: ¿falta mucho para la Pica?
Le respondí: lo suficiente como para que os deis media vuelta (se oían perfectamente los primeros truenos)
Je je je..., fué su única respuesta, y continuaron.
No tardaron en caer las primera gotas...

Enviado por Quietman el Friday 17 de March de 2006

“En este relato basado en hechos reales se han cambiado el nombre de los personajes, para mantener su economato...

Quedaría precioso que unos padres amantes de las montañas llamaran Nieves a su niña, pero la realidad es más prosaíca... la habían llamado Blanca... evidentemente por la camiseta del Madrid, como se sobreentiende en el relato...




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